Músicos de la calle

El estaba tocando el charango y vestía ropas sueltas y viejas, cantaba una canción sin mucho sentimiento, pero con un buen tono y ritmo, como de viejo músico callejero, acostumbrado a ejecutar su repertorio sin fallas, pero habiendo perdido el ímpetu de tocar.


Ella esgrimía un peine que frotaba contra un tubo, marcando el ritmo de la canción. Estaba estática, apoyada en un asiento, con la mirada fija en el foco de la custer, sin inmutarse. Automática ella, seguía los compas de la canción, memorizada previamente, e igual que su acompañante no demostraba emoción alguna…parecía una verdadera estatua.


El cantaba una canción con letra romántica, de esas que narran las travesías de un enamorado en busca de su musa, de las que dedican toda una estrofa a exaltar una sonrisa o el color de las pupilas. Lo entonaba de manera mecánica pero cada vez que mencionaba una frase con una fuerte carga emotiva, la miraba de reojo, en un dejo involuntario de sensibilidad. Su intención traicionaba sus fines, pues con eso demostraba que aun la consideraba su ángel perfecto.


Ella tenía la mirada perdida, concentrada en la nada, sus ojos negros no brillaban pues la sombra se depositaba justo en su rostro. Estaba ensimismada, con una expresión melancólica, casi muerta. El bulto en su vientre resaltaba los bordes blancos de chompa, tejida a mano, noche tras noche, por alguien que ahora no la reconocía ni como fruto de su carne… ni de su voluntad.


El era una maravilla multinstrumental, que alternaba los vientos con las cuerdas, y todos lo miraban asombrados, como un espécimen raro, ejemplo del talento escondido y de las fuertes ganas de sobresalir en un contexto adverso


Ella era la joven triste y desamparada, víctima de una sociedad que no la entendía, así la imaginaban los espectadores al ver su halo de frialdad, ni una mueca fingida, ni una sonrisa, ni siquiera un parpadeo, para ellos era, en realidad, la “necesidad” reencarnada


El terminó de tocar y cantar, sacó una bolsa y tras un breve discurso, dirigido al alma, motivador de conductas, prosiguió a pasar por todos los sitios recogiendo las monedas que le daban. Caminaba seguro y agradecido, agachando la cabeza si era necesario. Sentía la carga de la responsabilidad en su espalda, y sonreía con cada pequeña colaboración. Estaba seguro que poco a poco lograría juntar lo suficiente para poder sonreír sin la necesidad de tocar nunca más. Estaba seguro que un sueño como ese era alcanzable, y justificable, siempre y cuando la tenga a ella cerca


Ella no se movió, pero ayudaba a su compañero, dirigiendo miradas tristes a los pasajeros, apelando una vez más al recurso infalible del enternecimiento, luego volvió a cautivarse con la nada, mientras que frotaba las manos frías contra su vientre y se preguntaba si en realidad el amor ya se había terminado, y esa era la razón por la cual se sentía tan miserable, o era tal vez porque vivió engañada toda la vida y ahora que cargaba a un nuevo ser se daba cuenta que la palabra en la que ella confió en realidad no tiene significado alguno.


El bajo del carro antes para ayudarla, ella perdió la fé en las personas, ambos caminaron 5 pasos y subieron a otro bus.


No los he vuelto a ver

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