Me gusta la música

Si digo a veces, miento, porque es siempre que ocurre. No obstante, un pero, aquí, sería adecuado porque, consecuentemente, no siempre se da la misma situación, aunque, claro está, entendemos que un nunca, talvez exagerado, o un efímero ocasionalmente, no logran tener el alcance adecuado para expresar el grado de repetición con el que practico el ejercicio de recordar canciones, así que, en conclusión, estoy autorizado a exagerar.


Y es que, para una memoria de escasa capacidad, como la mía, urdir laberintos risibles e inmaduros aunque (en una afirmación egocéntrica) normados e irónicamente lógicos, resulta ser una disciplina deportiva de mucha complacencia, pero este confeti de palabras no puede ir acompañado del silencio (que junto con la palabra “eternidad” me causan una extraña sensación de frío en la espina dorsal) y es ahí cuando aparecen las melodías que en los 19 años que ya he perdido, retuvieron mi concentración en sus respectivos lapsos de tiempo.
Soy de gustos variados, pero decentes (tengo los argumentos para afirmarlo) no satanizo a la generación del bit, ni tampoco los tonos netamente rítmicos. Aprecio las melodías fuertes y la corrosión melancólica de los 90s. No hay nada mejor que la explosión de un doble pedal, como metralleta de latidos en choque con 6 cuerdas a una alta y mortal velocidad, pero también adoro un piano gélido (y cuya sensación la relaciono con la palabra “azul”) o su contraparte moderna, el sintetizador, en esfuerzo de mimetismo multinstrumental.

En conclusión, puede que en un instante escuche algo y al otro momento un género completamente contrario …adoro la complejidad de las canciones, pero nunca esta demás la sencilla combinación de batería, bajo y puras quintas … No se si escucho música por mi estado de ánimo, o la predisposición es reemplazada por un condicionamiento, y es la pieza musical la que me pone de uno u otro humor… de algo si estoy seguro, que en una sociedad donde la “definición personal” de muchos esta marcada por la dependencia, yo admito, alegremente, que le debo todo a las notas musicales …

Músicos de la calle

El estaba tocando el charango y vestía ropas sueltas y viejas, cantaba una canción sin mucho sentimiento, pero con un buen tono y ritmo, como de viejo músico callejero, acostumbrado a ejecutar su repertorio sin fallas, pero habiendo perdido el ímpetu de tocar.


Ella esgrimía un peine que frotaba contra un tubo, marcando el ritmo de la canción. Estaba estática, apoyada en un asiento, con la mirada fija en el foco de la custer, sin inmutarse. Automática ella, seguía los compas de la canción, memorizada previamente, e igual que su acompañante no demostraba emoción alguna…parecía una verdadera estatua.


El cantaba una canción con letra romántica, de esas que narran las travesías de un enamorado en busca de su musa, de las que dedican toda una estrofa a exaltar una sonrisa o el color de las pupilas. Lo entonaba de manera mecánica pero cada vez que mencionaba una frase con una fuerte carga emotiva, la miraba de reojo, en un dejo involuntario de sensibilidad. Su intención traicionaba sus fines, pues con eso demostraba que aun la consideraba su ángel perfecto.


Ella tenía la mirada perdida, concentrada en la nada, sus ojos negros no brillaban pues la sombra se depositaba justo en su rostro. Estaba ensimismada, con una expresión melancólica, casi muerta. El bulto en su vientre resaltaba los bordes blancos de chompa, tejida a mano, noche tras noche, por alguien que ahora no la reconocía ni como fruto de su carne… ni de su voluntad.


El era una maravilla multinstrumental, que alternaba los vientos con las cuerdas, y todos lo miraban asombrados, como un espécimen raro, ejemplo del talento escondido y de las fuertes ganas de sobresalir en un contexto adverso


Ella era la joven triste y desamparada, víctima de una sociedad que no la entendía, así la imaginaban los espectadores al ver su halo de frialdad, ni una mueca fingida, ni una sonrisa, ni siquiera un parpadeo, para ellos era, en realidad, la “necesidad” reencarnada


El terminó de tocar y cantar, sacó una bolsa y tras un breve discurso, dirigido al alma, motivador de conductas, prosiguió a pasar por todos los sitios recogiendo las monedas que le daban. Caminaba seguro y agradecido, agachando la cabeza si era necesario. Sentía la carga de la responsabilidad en su espalda, y sonreía con cada pequeña colaboración. Estaba seguro que poco a poco lograría juntar lo suficiente para poder sonreír sin la necesidad de tocar nunca más. Estaba seguro que un sueño como ese era alcanzable, y justificable, siempre y cuando la tenga a ella cerca


Ella no se movió, pero ayudaba a su compañero, dirigiendo miradas tristes a los pasajeros, apelando una vez más al recurso infalible del enternecimiento, luego volvió a cautivarse con la nada, mientras que frotaba las manos frías contra su vientre y se preguntaba si en realidad el amor ya se había terminado, y esa era la razón por la cual se sentía tan miserable, o era tal vez porque vivió engañada toda la vida y ahora que cargaba a un nuevo ser se daba cuenta que la palabra en la que ella confió en realidad no tiene significado alguno.


El bajo del carro antes para ayudarla, ella perdió la fé en las personas, ambos caminaron 5 pasos y subieron a otro bus.


No los he vuelto a ver

El vals del infiel (basado en testimonios ...no en experiencias)

Tu sonrisa es un bálsamo … que acalla la culpa
Tu ignorancia me deslumbra y me arrulla lentamente
Cuando tiendes a mirarme sin ningún resentimiento conviertes la presión
En un ejercicio inútil, sin emoción ... acallas la conciencia
le devuelves al corazón su palpitar pausado, calmado … tranquilo

La brisa del mar me esta envolviendo, pero es onírica la situación
Todo es contraproducente, tarde o temprano la verdad te alcanzará
Pero mientras tanto disfruto de la efímera victoria
una sensación irreal que destruye mi alma a pedazos y le da a la carne un nueva motivación
Callas ahora y tu mirada desnuda surca la materia intangible del cariño que sortea tu cuerpo
Y explota cuando entra en contacto con la vil emanación que despiden mis intenciones
Tu sonrisa se repite, acalla las dudas ... tu confianza esta en mis manos aun intacta
Ante tus ojos el mismo ser se mantiene erguido … ante los míos una patética silueta sonriente complementa mi soledad

Me encanta engañarte y observar tu incredulidad
Adoro saber que no sabes nada